No por esperado iba a ser menos
doloroso. Al menos sabía eso, algo bueno debía tener el encontrarse
al borde de la treintena. Pero el conocimiento de la situación a
través de una experiencia previa en el pasado tan solo era eso,
teoría.
Nunca había olvidado la frase de un
amigo que decía que “tus colegas estaremos aquí para hacerte
compañía, pero en la soledad de tu casa no podrás evitar convivir
con la situación”. Esas palabras le habían hecho sentir esa
felicidad amarga que, por algún motivo, siempre le había encantado.
Ahora tocaba regresar a las trincheras y comprobar si seguía siendo
capaz de hacerle frente a algo así.
Era el momento de afrontar otro
comienzo desde cero. Analizar lo que tenía y reflexionar sobre lo
que deseaba era obligado ahora que no tenía más remedio que estar a
solas consigo mismo. Ni siquiera en los numerosos y extensos momentos
en que consumía ficción audiovisual podía evitar sacar
conclusiones personales. Ya estaba ocurriendo; no tenía escapatoria
y no le importaba.
Todo su ser se estaba viendo forzado a
superar otro examen exigente y era consciente de que no conocería
sus verdaderos resultados hasta pasados varios meses. Todo porque
ella le puso en su sitio. Y no le guardaba ningún rencor.
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