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  1. El último fracaso

    sábado, 14 de marzo de 2015

    Despertó. Tras sacudirse el regusto de un reponedor sueño de ocho horas, recordó que la noche anterior le había costado dormirse. La única causa de aquel insomnio, el convencimiento, tan pleno como amargo, de no haber hecho todo lo que estaba en su mano.

    ¿Para conseguir qué? Eso ahora no importaba, pues nunca sabría el resultado de aquel intento que nunca llevó a cabo, pensó con la estúpida rabia de quien sólo puede admitir haber sido demasiado cobarde para aspirar a un beneficio potencial que estuvo esperando horas antes sus ojos.

    Pocas horas después, sin embargo, averiguó que una impertinente jugada del azar tuvo mucho que ver con que finalmente no consiguiese lo que en cierto modo, incluso sin saberlo, tanto deseaba. Sintió entonces la profunda tentación de culpar al caprichoso destino de su amargura, para así ser capaz además de liberarse de la pesada carga que le proporcionaba el haber tomado aquella pésima decisión.

    En ese momento sintió algo que no le resultaba familiar. Ante la posibilidad de excusarse en la "mala suerte", esa que tanto le había servido de escudo en el pasado, la certeza de que el único culpable de su desdicha era él mismo no le permitió ni por un segundo tomar ese camino.

    Su extrañeza fue incluso a más mientras aún masticaba la decepción de haberse fallado a sí mismo una vez más. De entre las cenizas de la más reciente de sus innumerables derrotas, todas ellas motivadas por su falta de atrevimiento, vio emerger la eterna victoria que llegaría a continuación.

    Fue entonces cuando le invadió un sentimiento inusitado, el convencimiento de que jamás volvería a fracasar. No porque pensase que siempre alcanzaría todos sus objetivos, algo que nunca cruzó su mente, sino porque sintió cómo todo su ser gritaba al unísono que no existía más fracaso que el hecho de no intentarlo.