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  1. Un dilema que habla

    martes, 12 de agosto de 2014

    No es ningún secreto que Juego de Tronos, más aún desde su aparición en televisión, es un fenómeno del que muy pocos pueden estar al margen. En mi caso, como público exclusivamente audiovisual, dicha serie es, hasta ahora, la mejor (SIEMPRE con Breaking Bad de por medio) de esta segunda década del siglo XXI.

    Quizá sería el momento adecuado para argumentar el porqué de dicha crítica positiva, para lo cual habría elementos casi ilimitados: calidad de los escenarios, gran ambientación, casting de actores muy afortunado, riqueza de personajes secundarios, etc...

    Todo ello sin hablar de la intrigante y, sobre todo, imprevisible trama de este universo que George RR Martin ha regalado al mundo. Sin embargo, este post quiere alejarse de los muchas, y seguro merecidas, críticas positivas que Juego de Tronos recibe a lo largo y ancho del globo.

    Tanto es así que en lugar de valorar su calidad plantea un dilema extrañamente razonable. Este no es otro que la disyuntiva, siempre partiendo como espectador de la serie, entre abordar o no los libros que hicieron surgir el fenómeno.

    Siendo más concreto, y por ejemplo tras disfrutar de la brillante cuarta temporada, servidor no puede esperar para conocer qué sucede a continuación a los Lannister, los restantes Stark, los inquilinos del Muro y compañía. Fácil solución, aparentemente: leer los siguientes libros.

    Ahora bien, y tras haber disfrutado como un enano de todos y cada uno de sus capítulos, ese ansia por seguir devorando la historia, que los libros podrían solucionar, echa el freno. Ello se debe a que la serie en sí rezuma tal calidad que, posiblemente, quien ha empezado desde ahí (o ese es al menos mi caso) prefiere seguir viéndola sin atreverse a descubrir ningún dato que la lectura pudiese aportar.

    De este modo, y entrando en decepciones personales con saltos de novelas a la gran pantalla (Harry Potter, Millenium, Los Pilares de la Tierra...), es la primera vez que un producto audiovisual ha llegado a parecerme tan bueno como para reprimir el impulso de la lectura.

    Y tú, ¿qué opinas?

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