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  1. Oda a Los Soprano

    lunes, 27 de noviembre de 2017

    Ya está hecho. A pesar de haber tardado más años de lo esperado en dar el paso, por fin he terminado de ver Los Soprano. No me avergüenza decir (en todo caso me sucede justo lo contrario) que me decidí a visionarla para cerrar ese triunvirato imprescindible para todo amante de las series que esta ficción sobre la mafia comparte, en mi opinión, con The Wire y Breaking Bad.

    En resumen, podría decirse que entré en la serie como espectador neutral y por momentos casi forzado. Pero no quiero dedicarles unas líneas a dicha entrada, sino a mi salida de la misma tras seis temporadas que han supuesto para mí una experiencia irrepetible. Este último es el único adjetivo medianamente acertado que encuentro para Los Soprano. Un calificativo no demasiado original, pero absolutamente lleno de sentido.

    De hecho, me cuesta recordar un momento en el que haya usado la palabra irrepetible con mayor intención. Creo que solo puede atribuirse a aquellos elementos que aunan con una sincronía involuntaria el buen hacer interno con circunstancias ajenas. En palabras de su propio creador, David Chase, “cuando el trabajo duro tiene como resultado la trascendencia, nadie se acuerda de lo duro que ha trabajado. Lo único que perdura es pura magia”. Porque por más que la serie cuente con una excelente calidad de actores, guiones, personajes o escenarios, nada sería lo mismo si no esta no hubiese tenido lugar en los años en que lo hizo, concretamente entre 1999 y 2007.

    Muchas cosas han sucedido entre estos años donde los avances nos hacen perder incluso la noción de cómo era nuestra vida antes. Lo que vemos en pantalla, como no podía ser de otra manera, también ha sucumbido a los 'encantos' de la globalización y la inmediatez. Creo que sabes de lo que hablo: 95% de actores y actrices sacados de catálogos de belleza, un ritmo vertiginoso para enganchar al espectador que se come la propia historia o el hecho de que un spoiler final valga más que 20, 30, 40 o 50 minutos de buen metraje.

    En el umbral de la modernidad entendida como el momento actual, Los Soprano fue capaz de mantenerse ajena a esta tormenta que empezaba a arreciar. Y lo hizo a través de la confianza en un modelo de trabajo y resultados por el que hoy pocos apostarían. Riqueza de los diálogos, importancia capital de las emociones, ritmo pausado, ausencia total de ficción o uso comedido de las escenas de sexo o acción. Me permito dudar sobre el éxito de algún proyecto similar ahora que existen innumerables y constantes producciones y plataformas de emisión. El 'aquí y ahora' no lo permitiría.

    Los Soprano lo consiguió. Más allá incluso de su calidad infinita, su carácter atemporal es su mayor legado. Tras haberla disfrutado, no puedo evitar esbozar una sonrisa al recordar esos pensamientos que venían a mi cabeza en los primeros episodios: “hablan demasiado”, “es muy lenta”, “ los capítulos duran casi una hora y apenas pasa nada”. Es muy posible que hayas visto la serie y hayas dicho o pensado algo así para, posteriormente, comerte con gran gusto tus palabras, tal como me ha sucedido a mí. Dudo que fuese capaz de atreverme a continuar hoy con una serie que me llevase a pensar de ese mismo modo, pues tengo una lista de espera inmensa llena de cosas que quiero ver y no voy a perder el tiempo con nada que no me convenza rápidamente.


    En el peor de los casos, si ninguna serie te entusiasma durante una temporada, Los Soprano siempre pueden volver a tu vida. Si es que alguna vez consigues que se vayan.

  2. Un 'capote' a Jordi Cruz

    domingo, 7 de mayo de 2017

    Le está cayendo una buena encima a Jordi Cruz, propietario del restaurante Abac de Barcelona y jurado de Masterchef. Todo se debe a unas recientes declaraciones en las que justificaba el trabajo no remunerado de los becarios en restaurantes de alta cocina como el suyo, por ejemplo.

    Para ello se ampara en la viabilidad económica de esta opción y en el “favor” que se le hace a los aprendices permitiéndoles empaparse del más exigente ambiente profesional. El viejo cuento de hacernos creer que todo el mundo gana con este sistema cuando el único beneficiado es el que aprovecha la ilusión de los jóvenes para disfrutar de mano de obra cualificada a coste cero.

    Llegados a este punto yo me pregunto: ¿por qué es ahora Jordi Cruz el enemigo público número 1 de España?. Es evidente que no se puede defender ni justificar su argumentación, pero la sociedad se lo ha tomado como si hubiese dicho algo que nadie sabía o estuviese utilizando una técnica que nadie más comparte.

    Todo lo contrario, y aquí viene mi 'capote' al señor Cruz para brindarle un soplo de aire fresco en su caída a los infiernos. No encuentro descabellado pensar que cuando enunciaba estas frases que ya nunca olvidará ni siquiera fuese consciente de que estaba sacando a la luz un hecho de lo más reprobable. Solo estaba constatando una realidad.

    Al fin y al cabo estamos rodeados de chupópteros que sacan una tajada inagotable de inocentes en busca de la sagrada 'experiencia' o el 'currículum'. Que tire la primera piedra el que no conozca a alguien que haga o haya hecho lo mismo que Jordi Cruz (sabemos que estáis ahí) o el que no haya tragado con este invento de trabajar gratis (bueno no, a cambio de experiencia) alguna vez en su vida.

    En definitiva amigo Jordi, te ha tocado el papel de cabeza de turco de una problemática que está a la orden del día. Y la agresividad de la reacción viene motivada por las legendarias 'tragaderas' de las buenas gentes de España. En lugar de rebelarnos y protestar contra esta infame precariedad laboral en el día a día y en el lugar donde hay que hacerlo preferimos disparar en redes sociales contra un personaje de la misma televisión que nos ayuda a olvidar que mañana nos toca trabajar otra vez a cambio de una miseria.